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"No es por ti, es por mi"

Sí, a mí también me han dicho algo parecido en alguna ocasión. “Deberíamos darnos un tiempo”, “necesito mi espacio” o, uno de los más divertidos: “necesito conocerme a mí mismo/a”; el caso es que son múltiples las “frases modelo” (topicazos) a los que podemos recurrir a la hora de poner fin a una relación con alguien. Expresiones con mucho significado en sus intenciones, pero tan clásicas y conocidas que pierden todo el sentido cuando uno las dice. Cada relación terminada aporta experiencias, conocimientos y sensaciones que convierten a uno en una persona más madura. Progresivamente, el cúmulo de amores y desamores, de dichas y desdichas, hacen que estemos más preparados para lo siguiente que vendrá.

Pero, hoy, hay una relación que quiero cortar. Y no quiero hacerlo con ninguna frase amistosa, nada que dé pie a que aquello de lo que me quiero apartar entienda que no ha sido tan malo, que me ha aportado mucho, que le seguiré guardando cariño o que, pese a la distancia, podremos seguir manteniendo el contacto. Hoy, quiero cortar con la corrupción. Y lo quiero hacer desde la convicción profunda de que no hay vuelta atrás: no es postureo, no es una intención de hacerme ver moralmente superior a nadie y no es una moda pasajera. Es un compromiso que tomo, hoy, con la sociedad. Pero, especialmente, conmigo mismo.

De ningún modo justifico la corrupción de los cargos públicos ni de empresarios. No pretendo desviar la atención de la opinión pública hacia los responsables de la mala gestión del dinero que aportamos todos, de los trapicheos en despachos, de contabilidades ocultas, de concesiones millonarias a amiguetes…nada de eso. Defiendo profundamente que la sociedad ha de hacer un control estricto y exhaustivo de la actividad de cualquier persona que maneje dinero público, o que tenga poder para lucrarse a sí mismo o a algún socio en perjuicio de la sociedad, fuera de la libre competencia en igualdad de condiciones. Pero, desde mi punto de vista, entiendo que la tremenda corrupción que asola nuestro país es consecuencia de la apatía de los ciudadanos y de la escasa importancia que, hasta ahora, teníamos con respecto a las pequeñas acciones de determinados privilegiados. Como se decía en Brasil: “rouba, mais faz” (roba, pero hace). Tolerábamos ciertos márgenes de corrupción mientras la actividad del representante público reportase un beneficio para la sociedad, pese a algún dinerillo que se haya podido llevar.

Entiendo que es necesario un cambio en España, en el sur de Europa y, en general, en todo el mundo. Creo que cualquier forma de corrupción, grande o pequeña, es igual de reprochable. Quiero un cambio profundo en las instituciones y en la forma de entender la política, pero ese cambio tiene que venir desde la sociedad en su conjunto. Y creo que, para cambiar la sociedad, tengo que cambiar yo mismo. Por eso, me comprometo personalmente a cortar con cualquier forma de corrupción que pueda ejercer en mi vida privada. Me comprometo públicamente a ser honesto en todo lo que hago: desde citar a los autores en los que me he inspirado para un artículo, trabajo o investigación, a pagar por mi billete en el Metro. Porque entiendo que hace falta una revolución contra la corrupción, pero la revolución comienza en uno mismo.

Quiero advertir de que este compromiso no sólo supone un cambio en mi propia forma de hacer las cosas, sino la obligación moral con la sociedad de denunciar cualquier acto de corrupción que vea por parte de terceros. Especialmente, con los representantes públicos.

Hoy pongo fin a una relación que no me ha aportado nada. Han sido muchos años de relación, pero hoy, #CortoConElla

¿Y tú?


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